viernes, 31 de marzo de 2023

COMO LA ALIMENTACIÓN PUEDE MODULAR NUESTRO COMPORTAMIENTO -

 

Los adultos hoy en día, hemos adquirido la muy mala costumbre de “premiar” a los niños con dulces y golosinas, también llamadas chucherías; así como hemos perdido la costumbre hogareña de preparar jugos de frutas frescas y los hemos sustituido con jugos envasados o, peor aún, con bebidas gaseosas o refrescos.

Luego nos quejamos de que estos “niños de ahora” son insoportablemente inquietos y a muchos los llevamos al médico o al psicólogo, cuando no al psiquiatra, porque la maestra sospecha que tienen el Síndrome de Falta de Atención y/o Hiperactividad.

Son muchos los trabajos que se han realizado sobre el efecto del azúcar y los colorantes o saborizantes artificiales sobre el cerebro. 

Por ejemplo, en 1979, en la ciudad de Nueva York se hizo un estudio cambiando la alimentación de los escolares. Tan sólo se eliminó el azúcar y los aditivos alimenticios (colorantes y saborizantes) y se obtuvo una mejoría del 16 % en su capacidad mental. Esto sin tomar en cuenta cambios en el comportamiento y sin mejorar la calidad de los otros alimentos.

En la revista de novedades médicas Lancet, se publicó un artículo que relaciona directamente al colorante amarillo nº 5 (tartrazina) y al benzoato de sodio (conservante) con la hiperactividad.

Sobre este tema el Dr. Benjamin Feingold, alergólogo y pediatra norteamericano, escribió un libro titulado “Porqué su hijo es hiperactivo”, en el cual establece que los colorantes, saborizantes y colorantes artificiales, son cofactores tanto en los problemas de aprendizaje de los niños como los de conducta. 

 

Establece además, que existe una conexión del trastorno por déficit de atención con hiperactividad con ciertas alergias e intolerancias alimentarías. Desarrolló una dieta libre de aditivos (colorantes artificiales, potenciadores del sabor, conservantes...) y salicilatos (sustancias similares a la aspirina, presentes en ciertas frutas y verduras). En su opinión, esta dieta podía prevenir ciertas alergias infantiles.

Para su sorpresa –y la de los padres de los niños tratados– muchos de los menores que la siguieron no sólo mejoraron sus síntomas de alergia, sino que experimentaron cambios muy positivos en su comportamiento. 

 

Niños problemáticos, inquietos y con escasa capacidad de concentración y atención –signos del trastorno de déficit de atención con hiperactividad–, mejoraban en todos esos parámetros.

Es interesante notar que actualmente el tratamiento de los niños con autismo (los cuales representan el extremo de un gradiente de comportamientos que comienza con la falta de atención) establece como parte imprescindible del tratamiento, seguir una dieta que comienza con la eliminación de colorantes, conservantes, azúcares refinadas, luego eliminar los productos lácteos (caseína), y por último se sugiere la eliminación del gluten (proteína del trigo, contenida en panes, pastas, galletas, bizcochos, tortas, bebidas envasadas y muchos alimentos procesados).

En vista de todo lo aquí planteado, los adultos debemos reflexionar y antes de darle una “chuchería” o golosina a un niño, mejor darle una fruta, a ver si podemos revertir un mal hábito y convertirlo en uno saludable.

Y en general, debemos cambiar lo que comemos todos en casa para mejorar la salud de la familia. No sólo los niños. Comer comida de verdad, no alimentos procesados llenos  de aditivos nocivos para la salud.

 


Pero esto no se queda aquí. La relación entre el comportamiento y la alimentación tiene profundas consecuencias. Incluso puede relacionarse con la violencia. Veamos…

 

Todos en algún momento hemos comentado sobre el aumento de la violencia y la agresividad  en nuestro país y en el mundo.

 

Las causas de este fenómeno pueden ser muchas y complejas. Factores como experiencias de abuso infantil, enfermedades mentales, falta de afecto en la infancia temprana, alcoholismo, uso y abuso de drogas y estupefacientes, se han señalado como origen de este flagelo.

 

Sin embargo, poca o ninguna importancia se le ha prestado a un factor generador de violencia que puede ser revertido. 

 

 

Este factor es la alimentación.

 

Muchos se preguntarán: ¿Y qué tiene que ver la alimentación con los comportamientos violentos?

 

Pues mucho...

 

Cuando decimos: “somos lo que comemos”, estamos diciendo mucho más de lo que nos imaginamos. Lo que comemos condiciona nuestra salud física y mental.

 

El primer factor alimenticio que modula nuestro comportamiento es precisamente el alimento de nuestro cerebro: la glucosa. 

 

Ese es el combustible que usualmente necesita para poder funcionar. Generalmente el cerebro lo obtiene del azúcar o los carbohidratos que contienen los alimentos. 

 

Si en un momento determinado no hay un suministro suficiente de glucosa, se produce una reacción del organismo para que le busquemos su alimento al cerebro. Nos va la vida en ello. Luego sentimos hambre.

 

Si comemos en ese momento, todo vuelve a la normalidad. El cerebro recibe su ración de glucosa y seguimos como si nada.

 

Algunas personas tienen tolerancia a la sensación de hambre. Hay otras que no.

 

Las personas que son hipoglicémicas (a las que se les “baja” el azúcar) no tienen tolerancia a la falta de glucosa en su cerebro. Pero muchas veces no se dan cuenta de que lo que tienen es hambre y en su lugar lo que sienten es rabia, inquietud, o un malestar indefinido.

 

Si a una persona hipoglicémica se le presenta una situación incómoda o irritante cuando tiene el azúcar baja, casi automáticamente reaccionará con violencia. Y esta reacción será tanto más acentuada cuanto más hipoglicémica sea.

 

Se han realizado estudios en poblaciones de penales y cárceles en diversas partes del mundo y han encontrado que existe una relación directa entre el grado de violencia que manifiesta un recluso y su grado de hipoglicemia. 

 

Más aún, se encontró que un elevado porcentaje de presos son hipoglicémicos.

 

Con poblaciones de penales y cárceles se han realizado estudios de cambio de alimentación para controlar la hipoglicemia y los resultados han sido sorprendentemente positivos. Y una de las recomendaciones más importantes para nivelar el contenido de glucosa en sangre, es precisamente, evitar el consumo de azúcar y todo tipo de dulces y golosinas.

 

Un elevado porcentaje de reclusos mejora su comportamiento cuando cambian su alimentación evitando el consumo de azúcar y alimentos ricos en carbohidratos de fácil asimilación. Muchos de ellos, los que mantienen su nueva dieta al salir de la prisión, no vuelven a reincidir.


Esto nos lleva a otro punto relacionado con la violencia: el alcoholismo.

 


Estudios muy recientes han encontrado que muchos de los alcohólicos son hipoglicémicos.  Y recordemos que siempre se ha asociado el consumo de alcohol con los comportamientos violentos. 

 

Al parecer, los alcohólicos logran superar el malestar que les ocasionan las bajadas de azúcar consumiendo bebidas alcohólicas. 

 

Pero este efecto dura poco, ya que se produce una reacción del organismo   y vuelven a sentir la necesidad de tomar alcohol. Se crea un círculo vicioso que los lleva a la dependencia.

 

Otro factor alimenticio directamente relacionado con la violencia es el consumo de grasas  y aceites.

 

El 60 % de nuestro cerebro es grasa. 

 

Más concretamente ácidos grasos. Y su función primordial es envolver como capa aislante a las células nerviosas. Estas son como cables que trasmiten impulsos eléctricos. 

 

El cerebro y todo el sistema nervioso funciona como una red de cables que conducen electricidad. 

 

La calidad de las grasas que consumimos es vital para un correcto funcionamiento cerebral y de todo el sistema nervioso. 

 

Si son grasas Omega 3, las células cerebrales y nerviosas funcionan a la perfección, de lo contrario se presentan problemas de conducción de los impulsos nerviosos.

 

En Inglaterra y en Estados Unidos se han realizado pruebas clínicas que demuestran que la deficiencia nutricional de éstas grasas propicia comportamientos violentos, mientras que, por el contrario, presos sometidos a un cambio de alimentación en la que se incluyeron estos ácidos mejoraron notablemente sus conductas, volviéndose menos agresivos.

 

Estos  ácidos grasos se encuentran en los pescados, el aguacate, el aceite de oliva y muchas semillas como la linaza, las nueces, etc. 

 

Sin embargo, durante los últimos años su consumo se ha reducido, especialmente porque a aumentado el consumo de aceites industriales que impiden conexiones neuronales apropiadas, tales como los aceites industriales de canola, soja, maíz y girasol, así como el uso de grasas trans  en las margarinas y mantecas industriales. 

 

Un último factor alimenticio,  que por los momentos, podemos relacionar con comportamientos violentos son los aditivos alimenticios.


 
Algunos de estos aditivos, como el aspartame, el glutamato monosódico y lo que llaman proteínas hidrolizadas, son excitotoxinas.

 

Las excitotoxinas se caracterizan porque cuando las neuronas se exponen a estas sustancias se sobreexcitan y aceleran sus impulsos nerviosos rápidamente hasta llegar a un punto de agotamiento extremo que puede llevar incluso a la muerte de la célula.

 

Por otra parte, las excitotoxinas estimulan las papilas gustativas de la lengua, resaltando y mejorando el sabor de las comidas y además crean adicción.

 

Esa es la función del glutamato monosódico, también llamado ajinomoto, principal aditivo de la comida china y responsable del síndrome del “restaurante chino” (dolor de cabeza, sudoración, enrojecimiento facial, fatiga, ardor en todo el cuerpo, ansiedad).

 

El efecto de las excitotoxinas  sobre el comportamiento es tan marcado, que en un experimento realizado con glutamato monosódico, se le inyectó una pequeña cantidad de éste directamente al cerebro de un ratón, en el hipotálamo. Y la reacción fue tan fuerte, que el ratón se puso tan agresivo y violento que mató a un gato que colocaron en su jaula. ¿Pueden imaginarse ésto?

 

Ahora detengámonos un momento a pensar qué estamos haciendo con nuestros niños y adolescentes.

 

Muchas veces salen a la escuela o al liceo sin comer, desayunan tarde y ¿qué comen?. He visto a muchos desayunar con una bebida azucarada y una bolsita de pasapalos (snacks) llenos de aditivos alimenticios, saborizantes y colorantes artificiales. 

 

¿Qué puede suceder con un desayuno así?

 

Los más susceptibles llegarán a clases con el azúcar baja, en lo que puedan se compraran un refresco y un pasapalo o snack. Esto hará que se les suba rápidamente la glicemia en sangre, pero al rato viene el bajón de la hipoglicemia reactiva. 

 

Esto sumado a las excitotoxinas provenientes de lo que comieron dispara en ellos comportamientos violentos.

 

No nos damos cuenta, pero los adultos estamos siendo en parte culpables, por ignorancia, de atizar la violencia estudiantil, y creando hábitos, que desgraciadamente, perdurarán por el resto de la vida.   

 

Para evitar esto es recomendable les enviemos ya desayunados a clase, y debemos supervisar lo que en realidad consumen en las cantinas escolares.

 

No niego la importancia de factores sociales o biológicos, pero tengo la firme convicción de que si interviniéramos su alimentación, disminuirían sensiblemente los episodios de violencia que estamos sufriendo cada vez con más frecuencia entre los jóvenes.

 

¿Y tú qué opinas?

Si requieres de asesoría para mejorar tu alimentación u orientación de cómo mejorar tu salud con métodos naturales obtén información sobre mis programas y consultas. Puedes enviar un email a ereboll@gmail.com o ubícame en Mi página de Facebook 


 

Referencias:

Hyperactivity: a consideration of the alternatives.

https://psycnet.apa.org/record/1995-33455-001

 

Evidence for abnormal glucose tolerance test among violent offenders

https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/7057987/

 

Progress on relationship between omega-3 polyunsaturated fatty acids and violent-aggressive behavior

https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/21425611/